Post Info TOPIC: la Corredentora
jorge manrique

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la Corredentora
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¿POR QUÉ UN NUEVO DOGMA?
Tomado del folleto “ORIGIN MESSAGES SIGNIFICANCE”, 2002 – Fundación de la Señora de todos los Pueblos
Además de la difusión del nuevo título mariano de “Señora o Madre de todos los Pueblos” y de la nueva oración, la devoción comprende también la construcción de una iglesia internacional en Amsterdam y la proclamación dogmática del papel de María en el plano redentivo de Dios como Corredentora, Medianera y Abogada. Es importante entender bien. El término “Corredentora” jamás pretende disminuir la unidad y la universalidad de la obra de mediación de Cristo, sino que se refiere a ella y también muestra la fuerza.
El término “Corredentora” tiene una larga tradición en la Iglesia. Se puede encontrar en los escritos de los Padres de la Iglesia, de santos y de papas. Edith Stein, Maximiliano Kolbe, Padre Pío, Madre Teresa y sor Lucía de Fátima lo han defendido fuertemente en los tiempos actuales. Juan Pablo II ha usado el término varias veces. Es importante subrayar que, en 1943 cuando confiaron el pueblo holandés a la protección de María, fueron precisamente los obispos holandeses quienes resaltaron el título de Corredentora y lo elaboraron teológicamente. Los obispos resaltaron que sólo Cristo es el Mediador entre Dios y el hombre (ver 1Tim 2,5). Todo lo que María da proviene de Él. Sin embargo Ella es también Corredentora porque fue de ayuda en la obra de redención y participó en ésta (ver Lc 1,38).
El papel de María, dice Juan Pablo II, tiene el mismo origen en Dios Trinitario “Que quiso realizar y llevar al cumplimiento los grandes misterios de la historia de la salvación a través de la responsable y fiel cooperación de la humilde sierva de Nazaret” (Papa Juan Pablo II, en un saludo dirigido al Coloquio Internacional de Mariología, Roma, 13 de octubre de 2002). De esta manera María se vuelve la imagen de la Iglesia. Al interior de esta cooperación, una especial dimensión de la redención se vuelve visible, aquella que tiene una directa unión con nosotros, es decir nuestra participación en la redención, nuestra respuesta.
Mons. J.M. Punt lo expresó de la siguiente manera: “Esencialmente, cada ser humano está llamado a cooperar en la redención a través de Jesucristo, para completar –como escribe San Pablo- en nuestro cuerpo lo que le falta a su sufrimiento. Todas nuestras oraciones, sufrimientos y obras se vuelven redentoras en la medida en la cual el ser humano está unido a Cristo, en la fe y en la vida” (ver Salvifici Doloris No. 25, Papa Juan Pablo II). María tiene un puesto único en todo esto: su maternidad Divina la une en modo supremo con Él, desde el momento de su nacimiento hasta su muerte y más allá.
Concebida sin pecado, fue creada en la plenitud y la libertad original, así como Dios lo quería para el género humano. Por esto pudo responder en libre sumisión al amor y a la obra de redención de Dios en nombre de la humanidad. Como “Socia del Redentor”, estaba predestinada a seguir la misma vía de Cristo, perseverando hasta la cruz. (ver Jn 19,26-27).

Los dolores de María se fundieron con los Suyos, su sacrificio con aquel de Cristo (ver Lumen Gentium 58). Inseparables entonces, inseparables ahora. Por eso, como enseña la Iglesia, Ella fue asunta al cielo en cuerpo y alma. Por eso es también glorificada. Esta profunda unión y sufrimiento corredentivo resalta su universal y materno papel de Medianera.
Los primeros cuatro dogmas marianos se centran en la vida de María y en su Asunción al cielo. El quinto dogma quiere formular ahora su papel universal en el plan redentivo de Dios. “Pues una vez recibida en los cielos”, dice el Concilio Vaticano, “no dejó su oficio salvador, sino que continúa alcanzándonos por su múltiple intercesión los dones de la eterna salvación”. (Ver Lumen Gentium No. 62).
Este papel de corredención y mediación de María no es una invención humana, es un plan de Dios, deseado por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Proclamando este dogma en un modo solemne, la Iglesia daría su libre consentimiento a la redención y glorificaría a Dios mismo reconociendo su plan de salvación. Esta proclamación solemne haría posible a María revelar plenamente la preeminencia de sus títulos y de su maternidad universal y de conceder “gracia, redención y paz” a la humanidad y al mundo. Es la vía hacia una nueva “Caná”, que da a María la posibilidad de tocar el Corazón del Hijo y realizar una efusión única del Espíritu Santo en nuestros dramáticos tiempos. Es la puerta de la nueva evangelización y del verdadero ecumenismo en el Tercer Milenio.



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